¿Cómo surge el conocimiento?

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Introducción


Cuando eras un niño y miraste por primera vez un arcoíris en el cielo, seguramente experimentaste el asombro y te sobrevino la duda y la pregunta en torno a la naturaleza y origen de tal fenómeno. En ese momento, experimentaste el inicio del proceso cognitivo. El conocimiento, producto y condición fundamental del ser humano, surge de la relación sujeto-objeto-imagen. Conocer implica aprehender algo en determinada función, acción o situación.

En esta unidad, descubrirás que el asombro, la duda y la pregunta anteceden y determinan el proceso del conocimiento, porque son mediaciones que activan la razón y llevan a conocer. Te invitamos a estudiar este tema para que comprendas la manera en la cual tú mismo, día con día, eres sujeto de conocimiento.



se mira un paisaje con un grupo de niños quienes observan un arcoirirs en el horizonte.


(s. a.) (2007). Asombro [fotografía]. Tomada de https://pixabay.com/en/children-rainbow-laughing-happy-1100507/

El estudio de este tema te permitirá:

Reconocer al sujeto y al objeto como elementos principales de la actividad cognoscitiva, a través del estudio de las características de cada uno, a fin de identificar los procesos iniciales del conocimiento: asombro, duda y pregunta.

Elementos del conocimiento: sujeto-objeto-imagen


El conocimiento es un proceso que permite al hombre expresar su conciencia y la realidad o contexto en el que él mismo se encuentra como objeto de estudio. Dice Hessen (2001) al respecto:

    En el conocimiento, se hallan frente a frente el sujeto y el objeto. El conocimiento se presenta como una relación entre estos dos miembros, que permanecen en ella eternamente separados el uno del otro. El dualismo de sujeto y objeto pertenece a la esencia del conocimiento (p. 58).



La esencia del conocimiento consiste en el nexo entre un sujeto que conoce y un objeto que es conocido por el sujeto. Entre sujeto y objeto media una representación, una imagen, donde el sujeto aprehende al objeto: “Puesto que el conocimiento es una determinación del sujeto por el objeto, queda dicho que el sujeto se conduce receptivamente frente al objeto. Esta receptividad no significa, empero, pasividad” (Hessen, p. 59). Para que un conocimiento sea verdadero, debe haber relación, correspondencia o adecuación entre el sujeto que conoce y la realidad conocida. En esta correspondencia lógica del conocimiento, hay cuatro elementos: sujeto cognoscente, objeto del conocimiento, operación cognoscitiva y representación.


… mediante sus facultades sensibles e intelectuales, aprehende los rasgos del objeto.

… puede ser cualquier ser percibido por un sujeto, tangible o abstracto.


… incluye todos los actos voluntarios del sujeto necesarios para aprehender al objeto —capturar, tomar, poseer, asimilar—.

… es una reproducción del objeto aprehendido en la mente del sujeto.


El conocimiento es un producto social y cultural, una actividad dinámica por la que los sujetos entran en relación con los objetos, a partir de imágenes e ideas que se forman de tales objetos. Esta forma tradicional de entender el conocimiento es enriquecida con nuevos aportes de la ciencia en general, y de la ciencia social en particular. Disciplinas como la filosofía del lenguaje, la neurociencia, la antropología y la lingüística subrayan aspectos no tocados antes sobre el conocimiento, al que entienden como un proceso dialéctico y contextualizado.

De esta manera, las nociones de lógica, objetividad, cientificidad, validez y verdad se enriquecen o se replantean:


Esta situación no es algo superficial, ni coyuntural, el problema es mucho más profundo y serio: su raíz llega hasta las estructuras lógicas de nuestra mente, hasta los procesos que sigue nuestra razón en el modo de conceptualizar y dar sentido a las realidades; por ello, este problema desafía nuestro modo de entender, reta nuestra lógica, reclama un alerta, pide mayor sensibilidad intelectual, exige una actitud crítica constante, y todo ello bajo la amenaza de dejar sin rumbo y sin sentido nuestros conocimientos considerados como los más seguros por ser “científicos” (Martínez, 2008, p. 24).


El conocimiento ya no es entendido exclusivamente como algo radicalmente lógico y objetivo, como correspondería al enfoque del positivismo lógico. Tampoco se concibe nada más desde la perspectiva contraria, como una construcción total de la mente del sujeto. El papel tradicional de la relación sujeto-objeto es integral y dinámico:


La teoría del conocimiento o filosofía de la nueva ciencia en que se apoyan, sobre todo, las ciencias humanas, rechaza el “modelo especular”, que considera al sujeto conocedor como un espejo y esencialmente pasivo, al estilo de la cámara fotográfica. Acepta, en cambio, el “modelo dialéctico”, respaldado por toda la orientación pospositivista actual, que considera el conocimiento como el resultado de una dialéctica —de un diálogo— entre el sujeto —sus intereses, valores, creencias, etcétera— y el objeto o fenómeno en estudio. No existirían, por consiguiente, conocimientos estrictamente “objetivos”. Y esto implica la redefinición de muchos otros términos como, por ejemplo, lógica, verdad, verificación, significado, descubrimiento científico, variable, inferencia, generalización, causa y efecto, etcétera (Martínez, 2008, p. 28).


Todo conocimiento, pues, se contextualiza, tiene referencia y ubicación en un campo epistemológico que le otorga sentido y lo proyecta: “conocer es siempre aprehender un dato en una cierta función, bajo una cierta relación, en tanto significa algo dentro de una determinada estructura” (Martínez, 2008, p. 29).

Proceso del conocimiento: asombro, duda y pregunta


Asombro, duda y pregunta se implican en el proceso del conocimiento. Conocer, como ya se definió, no es solamente una reproducción de un objeto en un sujeto, una mera imagen, sino que es resultado de una situación del sujeto que está en un entorno, el cual lleva a identificar problemas o situaciones y a hacer preguntas que conlleven respuestas o soluciones, lo que constituye un paso preliminar para conocer

El asombro puede ser el inicio de un conocimiento. Aristóteles plantea que la filosofía nace del asombro, no entendido como actitud pasiva, sino como un motivo que activa la razón:



gráfico de emoji de asombro con fondo azul

S/A, 2017 “Asombro” [Gráfico] Tomado de: https://pixabay.com/en/admired-surprised-wow-icon-2195021/




En Aristóteles, el asombro está al principio del conocimiento, pero no como una actitud prefilosófica de la que es necesario avergonzarse, sino como parte constitutiva del pensar filosófico, a tal grado que ambos se convierten casi en sinónimos. De hecho, el pathos no nos abandona cuando ascendemos a la exploración de problemas más dignos y elevados. […] En el caso concreto de Platón, este reconocimiento del asombro como germen del conocimiento sigue siendo interpretado a partir de una perspectiva intelectualista; habrá que reparar en otros elementos de su obra para reconocer que la teoría platónica del conocimiento implica no solamente lo propio del entendimiento y el saber, sino que se conecta, de alguna manera, con la vida, sus dolores e injusticias. Es pertinente esta aclaración, pues tal concepción intelectualista del corpus platónico nos lleva a pensar que la filosofía comienza en el logos y que el pathos es una especie de sentimiento vergonzoso propio del vulgo; no obstante, en la interpretación del pathos platónico, esta concepción puede ser vista de otra manera (Bacarlett y Pérez, 2013, p. 58).



No sólo en el terreno filosófico, también en lo cotidiano, confirmamos cómo el asombro, lo cuestionador e intrigante nos encauzan a pensar y encontrar respuestas. De igual forma, la ciencia parte del asombro y busca explicar después su motivo. La ciencia busca razones, llegar a la verdad de su objeto de estudio; hace una indagación que parte del asombro —la actitud de asombro del filósofo es, de alguna manera, la del científico—. Siguiendo este razonamiento, Heidegger argumenta que el asombro es ya una pregunta por el sentido del ser, de las cosas tangibles o intangibles. Nos asombramos ante lo que vale pena y merece ser conocido, investigado, por eso genera sorpresa:



Todo ente es en el Ser. El oír esto suena para nuestros oídos como algo trivial, y quizá insultante incluso. Nadie tiene por qué preocuparse de que el ente pertenezca al Ser. Todo el mundo sabe que ente es aquello que es. Y, ¿qué otra cosa le queda al ente sino Ser? No obstante, fue precisamente esto —que el ente quede reunido en el Ser, el que en el parecer del Ser aparezca el ente—, lo que primero causó asombro a los griegos, y únicamente a ellos. Lo más asombroso fue ente en el Ser (Grave, 2016, p. 60).



La duda también es una ruta para el conocimiento.

La duda puede entenderse como un estado subjetivo de incertidumbre —en el orden de la creencia u opinión— o como una “vacilación para elegir entre la aserción de la afirmación y la aserción de la negación” (Abbagnano, 1996, p. 356).

En su dimensión objetiva, la duda se comprende como un estado de indeterminación o la problematicidad de un caso, idea o situación. En esta última acepción, se establece un estado indeciso con referencia a su “posible éxito o a su posible solución” (Abbagnano, 1996, p. 356).

Otros autores afirman que la duda es toda una situación de “incertidumbre subjetiva” y la incapacidad de decisión que supone; esto porque el sujeto se encuentra ante dos situaciones o ideas que empatan en validez. Asimismo, se observa como una “vacilación para afirmar o negar”, ignorancia o carencia de información que permite una afirmación o negación o llegar a conclusiones.

Es Descartes quien plantea la duda como eje del conocimiento y consolidación del sujeto; no se trata de una duda de carácter escéptico o negador de la verdad, sino el comienzo para llegar a la verdad.







gráfico de signos de interrogación en amarillo con fondo negro

S/A, 2014 “Pregunta” [Gráfico] Tomado de: https://pixabay.com/en/question-mark-question-mark-423604/






La pregunta surge de la observación. El hombre pregunta porque pretende respuestas que lo lleven a conclusiones. Así, el conocimiento entraña el preguntar o inquirir.

Pregunta y asombro surgen simultáneamente ante lo que está delante para ser conocido, analizado, como afirma Heidegger (citado en Grave, 2016): “Con la pregunta sobre qué significa todo esto y cómo puede acontecer […] empieza el asombro. ¿Cómo somos capaces de llegar aquí? ¿Tal vez prestándonos a un asombro que, con mirada inquisitiva, mira buscando aquello que nosotros llamamos despejamiento y salida de lo oculto? [...] El asombro pensante habla en el preguntar” (p. 55). En efecto, cuando estamos ante un problema o situación que deseamos desentrañar o explicar, en primera instancia, preguntamos: es el inicio para hallar soluciones. Asombro y pregunta nos dan acceso al pensamiento y al conocimiento; sin ellos permanecemos en la conjetura o la superficie de las cosas. Por eso, ambas acciones se implican en una misma dinámica; el asombro nos conduce a preguntar; y la pregunta cuestiona al asombro: “El verdadero preguntar es aquel que nos muestra, que nos deja ver a través de él mismo aquello por lo que se pregunta. Por lo que se pregunta hay que entenderlo aquí con una doble dirección: por lo que origina el preguntar y por aquello hacia lo que se dirige el preguntar” (Grave, 2016, p. 56).


Asombro-duda-pregunta suceden porque la realidad misma nos mueve a conocerla. El asombro inicial ocurre porque nos damos cuenta de que las cosas en sí tienen una explicación, presentan “razones” que debemos comprender y enunciar. Desde el ámbito de la filosofía griega, Eduardo Nicol (1990) pone en juego la relación entre duda y asombro (pp. 247-248):



Hay extrañeza en la medida en que hay sorpresa […] El filósofo es un ingenuo, primero por dejarse sorprender, y luego por divulgar su sorpresa. El sofista ya es taimado: sorprende a los demás, haciendo del verbo un espectáculo, pero quedando él mismo a salvo de cualquier sorpresa. Lo sabe todo, nunca duda. Pero no ha llegado el día en que saber lo que el otro no sabe sirva para tenerlo dominado. Para el filósofo primitivo, la comunicación del saber es un contagio de la sorpresa. No quiere ser él quien sorprenda. La sorpresa de la verdad es anterior a la que produce el hallazgo teórico. Lo que sorprende al griego es que la nueva razón sirva para comprobar que las cosas tienen sus razones. “Tener razón” ya no es una ventaja personal; es hablar de la razón que tienen las cosas, o sea decir la verdad. En esto, que no había sucedido antes, consiste la revelación de la verdad. Ver las cosas racionalmente, verlas como racionales ellas mismas, no cambia a las cosas, pero cambia a quien aprende esta manera de ver y de hablar.



Esta triada sorpresa-duda-pregunta supone un enfoque más amplio del conocimiento; es decir, conocer no solamente es un proceso abstracto, descontextualizado en el que se relacionan mecánicamente sujeto y objeto, a partir de la imagen. Hoy, disciplinas como la neurociencia subrayan una convergencia de las capacidades humanas en el proceso de conocer: “Según la neurociencia actual, nuestro sistema cognoscitivo y el afectivo no son dos sistemas totalmente separados, sino que forman un solo sistema: la estructura cognitivo-emotiva; por ello, es muy comprensible que se unan lo lógico y lo estético para darnos una vivencia total de la realidad experimentada” (Martínez, 2008, p. 43).

Desde esta mirada, se enriquece o se replantea la naturaleza del conocimiento. Un campo teórico tradicional, “riguroso, por su objetividad, determinismo, lógica formal y verificación”, resulta insuficiente para…

    […] simbolizar o modelar realidades que se nos han ido imponiendo, ya sea en el mundo subatómico de la física, como en el de las ciencias de la vida y en las ciencias humanas. Para representarlas adecuadamente necesitamos conceptos muy distintos a los actuales y mucho más interrelacionados, capaces de darnos explicaciones globales y unificadas (Martínez, 2008, p. 43).



El concepto de duda también aparece en el quehacer de la investigación y en el ámbito profesional, donde se encuentra una aplicación más inmediata: “[…] la duda no aparece actualmente como la iniciación absoluta o el primer principio de investigación filosófica, sino más bien como la condición por la cual una situación suscita o exige tal investigación” (Abbagnano, 1996, p. 357). En efecto, de la duda que conduce a la pregunta llegamos al conocimiento. Investigar, en este sentido, supone un grado de sorpresa, sospecha o duda ante un problema, que desembocará en la pregunta de investigación, de la que se partirá para encontrar respuestas, comprender, explicar o hacer hallazgos inusitados:



Muchos investigadores han visto coronados sus esfuerzos y han realizado aportaciones significativas a la ciencia, porque tenían curiosidad; porque sus mentes inquietas no se conformaron con conocimientos incompletos; porque quisieron llegar al fondo de sus problemas; porque sintieron el reto a sus talentos, planteado por las cuestiones a las cuales se enfrentaban; porque contaron con el interés, la voluntad y el entusiasmo básicos para trabajar intensa y positivamente; porque, en síntesis, buscaron afanosamente la solución a los problemas que se formularon […] y porque tuvieron curiosidad, o sea, la constante interrogación y el deseo de explorar la maraña de relaciones entre los fenómenos (Arias, 2012, p. 136).

Actividad. Proceso del conocimiento

Los procesos iniciales del conocimiento son la duda, el asombro y la pregunta y surgen con el sujeto y el objeto.

En esta actividad, identificarás diferentes elementos del proceso cognitivo.

Indica si las siguientes aseveraciones son falsas o verdaderas.

Autoevaluación. Sobre el proceso del conocimiento

Has aprendido que el conocimiento surge de una relación entre el sujeto y el objeto donde la curiosidad que hace surgir al asombro, la duda y la pregunta es el inicio del proceso cognitivo. En esta actividad, identificarás las principales características del proceso.

A continuación, arrastra la palabra que completa adecuadamente las oraciones que se te presentan.

Fuentes de información

Básicas

Bibliografía

Abbagnano, N. (1996). Diccionario de filosofía. Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica.

Hessen, J. (2001). Teoría del conocimiento. Madrid: Espasa Calpe.

Martínez, M. (2008). Epistemología y metodología cualitativa en las ciencias sociales. Ciudad de México: Trillas.

Documentos electrónicos

Cruz, L. A., Escobar, J. A., Peña, M. y Pérez, Y. (2017). Teoría del conocimiento. Ciudad de México: Facultad de Contaduría y Administración-UNAM. Consultado el 5 de septiembre de 2017 de http://fcasua.contad.unam.mx/apuntes/interiores/docs/20181/contaduria/1/LC_1156_21087_A_Teoria_Conocimiento_Plan2016.pdf

Complementarias

Bibliografía

Arias, L. F. (2012). Metodología de la investigación. Ciudad de México: Trillas

Galicia, L. F. (2012). Metodología de la investigación. Ciudad de México: Trillas.

Nicol, E. (1990). El régimen de la verdad y la razón pragmática. En Ideas de vario linaje (pp. 247-248). Ciudad de México: Facultad de Filosofía y Letras-UNAM.

Documentos electrónicos

Bacarlett, M. L. y Pérez, A. (2013, enero-junio). El papel del pathos en la teoría platónica del conocimiento. Eidos. (18), 46-77. Consultado el 5 de septiembre de 2017 de http://www.redalyc.org/html/854/85425463002/

Grave, C. (2006, enero-junio). Habitar el asombro. Red Signos Filosóficos. (5). Consultado el 5 de septiembre de 2017 de http://www.redalyc.org/pdf/343/34300502.pdf


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